Los sacrificios humanos fueron practicados en muchas culturas antiguas. La muerte, el derramamiento de sangre o las mutilaciones corporales transformaban a la víctima ritualmente. La vida ofrecida se hacía sagrada (sacrum facere) al ser transformada.
La ceremonia de combate ritual y posterior sacrificio humano practicada por los Mochica no es única en América. En Mesoamérica encontramos las “Guerras Floridas” practicadas por los Aztecas de México, que concluían en el sacrificio ritual de los guerreros vencidos. Entre los Mayas, el ritual del “Juego de la Pelota” culminaba aparentemente en el sacrificio de algunos de los jugadores.
Los sacrificios humanos eran también habituales entre los celtas, escandinavos, griegos, cartagineses, romanos, y pueblos orientales.
El sacrificio es el acto central de casi todas las religiones. El sacrificio humano consistía en ofrecer una víctima para aplacar la ira de los dioses, espíritus, o fuerzas cósmicas. Hoy en día todavía se puede reconocer en algunas prácticas religiosas formas simbólicas de sacrificios.
En la cultura Mochica, el combate entre guerreros parece haber tenido como objetivo seleccionar candidatos para el sacrificio entre los miembros más productivos de la sociedad. La sociedad ofrece a sus dioses uno de sus bienes más preciados a cambio de bienestar comunitario. Finalmente, el sacrificio constituye un acto de dar para recibir.