Hoy en día las guerras están motivadas por intereses políticos, territoriales y económicos. Nadie va a la guerra con atuendos de oro y plata, con joyas o coronas. El objetivo de la vestimenta guerrera es proteger y hacer menos vulnerables a los combatientes.
Sin embargo, las culturas precolombinas representaban a los guerreros preparados para la guerra y participando en ellas con lujosos vestidos y adornos. Algunos de éstos son muy poco funcionales para una actividad que exige movimiento, rapidez, y eficiencia en el ataque. Estos adornos eran usados como símbolos religiosos y de prestigio, demostrando la función ceremonial de los combates.
Los guerreros humanos combaten como lo hacen los dioses en su mitología. Algunos de estos dioses combaten en la tierra y en el mar; combaten para derrotar a la noche y restaurar el día, y combaten para conectar el mundo de arriba con el de abajo a través de la lluvia. Estos combates culminan en sacrificios de sangre a alguno de los dioses mayores. Se entrega la máxima ofrenda posible a cambio de vida futura para la sociedad.
En un territorio como el andino, los ciclos naturales no son siempre regulares. La fuerza de la tierra podía manifestarse en eventos extraordinarios como los terremotos. Las lluvias podían no comenzar o, por el contrario, continuar durante mucho tiempo debido a un Fenómeno del Niño. Por lo tanto, los combates rituales y sacrificios destinados a restaurar un orden perdido también se llevaron a cabo con cierta frecuencia.
Hoy en día la música forma parte de nuestras fiestas o reuniones sociales, familiares y celebraciones religiosas. La música es un estímulo de la percepción y nos coloca en un estado adecuado para la experiencia espiritual. Nos permite manifestar emociones, sentimientos, deseos y pensamientos personales y comunitarios. En todas las culturas ha sido un medio para conectar a la humanidad con el mundo inmaterial.
La danza es también otra manera de comunicación no verbal que incluso antecede a la cultura, ya que muchos animales danzan. Los seres humanos, desde tiempos inmemoriales, crean coreografías con el movimiento de sus cuerpos. Las danzas cuentan historias y manifiestan alegrías, tristezas, pedidos o agradecimientos.
En las sociedades andinas, la música y la danza han estado siempre presentes. Por lo tanto, las ceremonias de culto al agua, las procesiones y peregrinaciones a los sitios sagrados, la preparación para los combates rituales, los entierros y los sacrificios, eran acompañados con música y danzas.
Las culturas del antiguo Perú crearon instrumentos de percusión y de viento con diversos materiales ofrecidos por la naturaleza. En el arte se representaron las ceremonias acompañadas de música. Tambores, sonajas, silbatos, quenas, antaras y trompetas eran ejecutados y producían ritmos y melodías que eran compartidas en los rituales. También se utilizaron objetos sonoros, como las vasijas silbadoras de cerámica que producían sonidos con el movimiento del viento o el agua.
La indumentaria ceremonial estaba formada por ornamentos que en su gran mayoría producían sonidos por el contacto entre elementos metálicos, o por los cascabeles o sonajas que colgaban de ellos. De esta manera los vestidos y adornos convertían a quienes los usaban en seres sobrenaturales y los vinculaban con el mundo divino.